Entro en tu jardín, Roland, y
como siempre en los sueños, todo parece irreal, o más bello. Percibo
cómo empujo la verja de hierro para entrar, cómo camino descalza
por una alfombra de musgo suave, terso.
El aire es fragante, una luz intensamente azul lo inunda todo y hay
calma…
Empiezo a percibir objetos, colores…el verde de los setos, las formas
de las flores, como si hubiera entrado en “un trocito de cuadro con textura de
brochazos en relieve, en distintas direcciones”... como si un alma traviesa
se hubiese entretenido en pintar un lienzo en blanco y el resultado hubiera sido “una composición abierta con
un fondo de suaves colores difuminados en tonos azulados, verdeoscuro y
anaranjados”.
Suavemente, de la nada, aparecen mariposas que aletean entre mis dedos. Las observo. ¡Son tan frágiles,
tan delicadas, y tan fuertes a la vez!... Tan perecederas y transformadoras…
¡Cómo puede haber, como en la vida, tanta belleza en algo tan efímero!
Son un soplo de viento de alas inmensas en comparación al tamaño de su
cuerpo... exactamente igual que la esencia divina que hay en tí, Roland.
Sigo caminando por el sendero, buscándote, y cuando te encuentro, estás
sentado en un banco de madera junto al estanque de los lotos, sereno, tranquilo,
leyendo. Alzas la cabeza y al verme, sonríes. Sostienes un libro de sueños entre las manos. La tarde se tiñe de violetas y yo me acerco a
tí lentamente. Me siento a tu lado y miro a mi alrededor.
Hay jazmines blancos y bungabillas por todas partes, enredadas entre
las columnas de mármol que nos rodean, flotando entre los setos, en la hierba. Todo el jardín parece estar cubierto de flores blancas y rosadas. Te miro, te
observo, y me conmueve la luz que irradia tu sonrisa.
El aroma a jazmín se hace tan penetrante que ya no sé si lo desprenden
las flores o lo emana tu alma. Sé que me inunda y me transporta. Permanecemos
así largo rato, en silencio, contemplándonos, y ES en ese instante, al
asomarte tú al ESPEJO de mi alma, cuando Yo te veo tal y como eres realmente:
“Hermoso, intenso, inabarcable, profundo, insondable, pleno… inquieto,
grácil, transformador y bello”…
Pues has de saber, querido compañero de camino, que no puedes ver en mí
algo que no esté, en realidad, en tu interior.
Barcelona, Junio de 2013, Para Roland Espejo, compañero de camino...
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